11 FEBRERO 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
DIGITAL 2000
Fecha de diario
2025-02-11
Referencia
10719

Diario de un Tipo Tranquilo 1 y 2
“Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estas viviendo el presente”. Lao Tzu
Domingo, nueve de febrero de dos mil veinticinco

… No, no soy aficionado a las citas de autores orientales (desconozco los arcanos y fundamentos de esas culturas). Hoy solo a la que he traído, más que nada porque dice dónde querría encontrarme: en el presente. Solo aquí y ahora, y en ningún otro sitio. El pasado no existe y el futuro es la muerte. Por eso solo aquí y ahora, justo en la edad de la infancia: el presente.
Del pasado no quiero acordarme, es un territorio desolado por la devastación y el fracaso. A la mierda con el pasado.
No deseo estar conformado y sustentado por el pasado y si lo estoy, a mi pesar, mil veces lo maldigo …
La entrada de ayer la terminé justo a la puerta del teatro de mi ciudad (solo hay uno), y sí, entré y vi lo que se representaba: Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello. Ahora, que tanto me ocupo de la cultura (sin ser culto, eso no lo consigo), tendría que escribir todavía extasiado por el influjo de haber visto la representación de una de las obras de teatro capitales del siglo XX y que cambió un cierto paradigma en la forma de afrontar este lenguaje; pero no, no lo haré. La razón es sencilla: La versión que ofreció un tal Antonio Álamo (que no conocía) y su equipo, también el actoral, me pareció espantosa, burda en cuando a las metáforas escénicas (una niña que saca los bracitos de una bañera para representar que se ha caído en una fuente, fue demasiado), y, en general, terriblemente tediosa e interminable.
Un calamitoso espectáculo. Pero no, no creo que todo el mal que me supuso el haber asistido sea achacable al adaptador; no, más bien creo que la decepción estaba contenida en la obra misma: la mezcla de dos historias y dos compañías, la del tiempo real y la irrupción de la del tiempo pasado que quiere ser actual (los personajes que buscan su vida y mostrar su verdad a través de un autor que no existe), en fin, un galimatías que tiene de muy malo que los personajes que buscan salir de su condición de personajes y entrar en la vida real son una familia desestructurada de escaso interés y mucha vulgaridad, hasta con reflejos de escabrosos asuntos sexuales, incluida la pedofilia.
Esta percepción infeliz seguro que solo fue cosa mía porque las 471 personas restantes (el teatro estaba lleno), tributaron una larga ovación entusiasmada a la representación.
Yo hubiera preferido abuchear, pero no me atreví. Y, además, como estoy viviendo unos días de paz espiritual, tampoco quise perturbar mi apacible momento presente, el único que me importa.
En la butaca de mi derecha una mujer alta, delgada, de pelo corto blanco, vieja ya (como yo). Me gustó, aunque no sabría decir porqué; probablemente porque se adivinaba que fue una mujer guapa, atractiva y deseable. Ya no (otra vez el dichoso pasado). Cruzamos algunas palabras amables, de pura cortesía. Iba acompañada de dos mujeres más, pero esas no me gustaron porque eran algo más viejas y estaban gordas. Las mujeres, jóvenes o viejas, da igual, pandillean siempre.
Para cultivar relaciones sociales que no quiero, debería ir al teatro porque es en el único sitio que hablo con desconocidas, pero en mi ciudad, porque aquí nos comportamos como vecinos cercanos. Nos reconocemos. Eso en Madrid no sucede; debe ser porque como son viejas capitalinas se lo tienen más creído, o tienen más miedo.
Volví a mi casa con Mi Charlie, que me esperaba impaciente. Cené mientras vi un partido de fútbol en diferido. El partido lo empatamos, que, en caso de incertidumbre, es la solución menos mala.
Después me acosté. Pero no tuve la suerte del viernes porque anoche dormí mal y hoy, domingo, no me he sentido tan bien como ayer, sábado.
Pero, bueno, todo está bien porque sigo instalado en un presente donde no siento urgencias ni deseos. Todo es soso, pero apacible porque nunca pasa nada.
La Fotografía: Antes de empezar la representación (llegué pronto). Todavía no habían llegado las señoras mayores de mi derecha, ni el matrimonio viejo de mi izquierda. Todo el patio de butacas lo ocupábamos gentes de más de cincuenta años, la mayoría sexagenarios (o más). El público teatral es muy viejo (jóvenes no suele haber), y aplaudidor. Una de mis secretas ilusiones es asistir a una representación que despierte las iras del público (nunca sucede). Me gustaría participar en algo así, en plan gamberro.

Pepe Fuentes ·