CUARENTA AÑOS tiene ya la criatura o un momento propicio para ajustar cuentas… en cinco capítulos y cuatro décadas.

PREFACIO

“Mientras creemos tener algún valor, nos hacemos daño”.
Antonio Porchia

Este año, justamente este año, hace cuarenta que cogí mi primera cámara con el propósito de expresarme con ella, sin saber en qué podía consistir eso ni que, con el paso del tiempo, iría convirtiéndose en un sinsentido pleno de sentido. Quiero aprovechar tan redondo aniversario para revisar lo que ha sucedido, a modo de testimonio y cierre de esta ocupación tan larga ya. No volveré a detenerme en inútiles resúmenes. Lo que ocurra a partir de ahora, fotográficamente, quedará sin relatar, al menos de este modo tan largo y autobiográfico…

CAPÍTULO I (1977)

Qué pasó en 1977? Nada en especial, salvo que ya tenía veinticuatro años y necesitaba dar salida y cauce a algo que sentía y que no sabía qué podía ser. Después de unos pocos años ocupado en una actividad de militancia política de izquierdas, en la que no destacaba precisamente, decidí orientar mis atolondrados propósitos hacia una actividad que parecía solucionar mis impericias porque todo se fiaba a una reproductibilidad mecánica fácil de manejar, tan fácil como pulsar el disparador de una cámara fotográfica. En ese momento una Ashai Pentax de 35 mm. y dos objetivos (sigo fotografiando con dos objetivos, nada más).

Desde el inicio mismo actuaba como si fuera un artista de la fotografía (todo estaba en mis sueños y nada más).

En aquellos años me hice amigo de Carlos F. Villasante, de mi ciudad, quien ya era un fotógrafo significado de la nueva fotografía española, y yo quería imitarle porque me parecía un artista total (todavía me lo parece, aunque ya no nos veamos nunca). También hice algunos amigos más relacionados con la fotografía creativa, muy aficionados y también artistas con los que me sentí muy bien (Manolo Elegido, José María Moreno, entre otros), todos de mi ciudad…

Fotografié compulsivamente hasta 1979, año en el que decidí probar fortuna como artista que expone, prueba de fuego para mí. Me acerqué a la galería Redor-Canon de Madrid, que acababa de inaugurar una espaciosa sala en un sótano. Cuando llegué, con mi humilde caja de papel fotográfico con mis fotos, me encontré con una exposición de Ansel Adams, nada menos, lo que me hizo dudar de enseñar mi escasa aportación al mundo de la fotografía. Amablemente, se quedaron con mi trabajo y, días después, asombrosamente, aceptaron mi propuesta y expusieron mi trabajo, diciéndome algo así como -que yo tenía una manera especial y diferente de interpretar la realidad, o quizá el paisaje-, o algo parecido. Me sentí muy contento. Ya pensaba que, sin apenas darme cuenta, había accedido a la artisticidad. Como apenas me había costado, ni esfuerzo ni tiempo, pensé que era porque atesoraba un talento especial y todo tenía sentido. Por si fuera poco, en una exposición que hice a continuación, esta vez en mi ciudad, con la misma obra que había presentado en Madrid, mi amigo, el artista-fotógrafo Carlos Villasante, escribió en la presentación cosas tan prometedoras y bonitas como estas:

-…más aún si consideramos la obra fotográfica de Pepe Fuentes como una manifestación irresistiblemente autóctona del arte…

-…El riesgo y la aventura, la que precisamente le confiere el carácter de su pureza fotográfica, sin ambigüedades, y le acerca ineludiblemente a la vivencia fotográfica siguiendo el mismo sendero que le fue revelado como a los grandes maestros: Adams, Gibson, Weston, Plossu y otros pocos…

Claro, Carlos era un amigo, así se explican las cosas de la vida, incluida la generosidad. Carlos ya hacía hincapié en que yo era una especie de verso suelto, como no podía ser de otro modo, dado que solo era un arrebatado aficionado, un diletante sin estudios, ni nada…

En aquellos años fotografiaba y fotografiaba, pero no sabía exactamente el porqué de los motivos que elegía. Todo era instinto y nada más, sin concepto. Como de arte y fotografía no sabía nada, recuerdo que me fijaba mucho en lo que hacían otros (revistas, exposiciones…). Aunque nunca he tenido la sensación de copiar a nadie, sí me influyeron los fotógrafos que me gustaban, seguro, aunque ahora no sepa muy bien en qué. En realidad, yo solo actuaba compulsivamente por dar salida a una incesante e inclemente presión existencial. Lo que también empezaba a sospechar es que nunca sería un artista del mundo. Ni mucho menos…

En 1982 me compré mi cámara actual, una Mamiya RB67, de 120 mm. (un año antes había comprado una Canon A1), con un objetivo corto (65 mm) y otro moderadamente largo (180 mm). También una ampliadora de medio formato Beseler 23 CII. Pensaba que tenía que añadir mayor resolución a las imágenes y paliar técnicamente carencias de otro tipo, como el talento, por ejemplo. Así llegué a mediados de los ochenta, en los que reduje la actividad fotográfica, aunque nunca dejaba de fotografiar. En aquellos años dedicaba más energías a perseguir mujeres (el eterno juego del amor y el sexo, indistinguibles siempre) que a fotografiar. A fin de cuentas, todo tenía que ver con todo:  perseguir quimeras, o mantenerme vivo a través de la utopía de los deseos que me asaltaban inopinadamente. Todo en mi vida ha sido siempre igual: intentar salvarme cabalgando los desbocados deseos, aunque prudente y temeroso, porque, para colmar ese aventurero e impulsivo signo hay que ser valiente, y yo no lo soy…

CAPÍTULO II (1987)

Ya habían pasado diez años y debí suponer que era tiempo de resumir mis logros, o quizá la falta de ellos, porque en realidad no había llegado a ninguna parte. El caso es que realicé una especie de exposición antológica titulada 100 fotografías en una bella sala de mi ciudad. Proyecté audiovisuales y todo, nada menos que tres. El hecho no tuvo significación, salvo evanescentes aplausos y que yo me reafirmé un poquito en lo que ya sabía… En la presentación de esa exposición escribí: -La elección del lenguaje es, en muchos casos, azarosa; por lo que ser fotógrafo, aparte de relacionarse con la cotidianidad más inmediata, es anecdótico. La cuestión es otra-. Luego, con el paso del tiempo, he comprobado que tampoco era fotógrafo, sino esa otra cosa inespecífica que intuí en ese momento y que todavía no he descubierto…

Creo que también fue en 1987 (en aquellos años no se ponía fechas a nada) cuando mi amigo Carlos Villasante (otra vez Carlos), entonces redactor principal de la revista Aquí Imagen, me invitó a publicar un portafolio, y en esa publicación me autopresenté (siempre me ha gustado probar a escribir) intentando explicar por qué fotografiaba lo que fotografiaba: -El motivo de elegir la fotografía es porque me parece un medio propicio para acercarse al enigma que encierra toda belleza. Oculta o aparente. Por su capacidad para conjugar la evidencia y la magia alquímica, que consigue convertir lo común en visión única y personal (…) Me gustan (…) los contenidos que tardan en darse y que las texturas vayan introduciéndose en el soporte -palpablemente-

CAPÍTULO III (1997)

Veinte años después, seguía fotografiando con mi Mamiya RB67 y positivando bastante. Lo que había abandonado por completo era la expectativa de mostrar mi trabajo al mundo, sencillamente porque el mundo se mostraba escasamente interesado en conocerlo, y no me gusta ser pesado con mis cosas. En este año me invitaron a participar en una exposición colectiva titulada: Fotógrafos en el Corpus (Toledo). Intranscendente, sin duda. Lo más relevante de ese año es que Naty y yo nos hicimos nuestra casa. Nada más (y nada menos) …

A comienzos de 2003 inauguré la primera versión de pepefuentes.com, con una fiesta entre amigos (entonces todavía los tenía, luego nos fuimos agotando y nos perdimos todos). Quizá el punto de inflexión más significativo, el antes y el después de estos cuarenta años, sucedió en febrero de 2004 (gracias a internet), cuando decidí editar en el sitio web una foto y un texto diario, que aún dura y cuyo valor más importante es que articula los días de mi vida. No, tampoco esta titánica actividad ha tenido ninguna transcendencia mundana (nunca nadie, ajeno a mi mundo, me ha dicho nada al respecto, ni para bien ni para mal, sencillamente el mundo ni se ha enterado y yo no se lo voy a contar). No obstante, eso es lo de menos, porque a mí me ha servido y me sirve. Es lo más importante que he hecho en fotografía a lo largo de mi vida. También en escritura, a la que soy muy aficionado y con la que tanto disfruto…

CAPÍTULO IV (2007)

Ya habían pasado treinta años desde que comenzó todo y, salvo acumular fotografías y haber positivado mucho en esos últimos años (he amontonado miles de copias), no había progresado especialmente en la profundización de mi hacer fotográfico. Ningún gran proyecto, de esos que convenientemente promocionados te llevan a los medios y te haces un poco famoso. A partir de un cierto momento solo se puede profundizar en el fracaso y ese ya me había alcanzado desde hacía mucho tiempo. En este año edité mi versión digital pepefuentes.com 1.3. Con motivo de la presentación de esa edición, escribí una introducción reveladora del momento en el que me encontraba en mi relación con la fotografía y con alguna otra cosa:

ALGUNAS RAZONES PARA ESTAR AQUÍ
Antes: procedo de un lugar donde los juegos eran silenciosos, los alacranes dormían bajo las piedras y las culebras se deslizaban entre malas hierbas. No había tesoros escondidos.
Elegí la fotografía y comencé a convivir con ella en 1977. Siempre he creído que el hombre necesita un lenguaje que dignifique su paso por la vida. Un soporte para desentrañar misterios, responder preguntas, verter sueños y lágrimas. A mí, además, me ayuda a crearme un sitio en el tiempo.
Mis imágenes y mis escritos (o al revés), son el resultado del ejercicio de la mirada como forma de expresión. Se encuentran y bifurcan en varios campos: el paso del tiempo; las presencias que impregnan las ausencias, o quizás, al contrario; la ficción que puede encerrar cualquier «verdad»; los mudos paisajes que resuenan; los encuentros inesperados donde se entrevé el lado desconocido de lo conocido; la percepción del infinito que puede sugerir lo finito. Algunas cosas más, o menos.

Fotografío y…“Escribo para hacer visible el misterio de las cosas. Escribo para ser. Escribo sin motivo”. Vergílio Ferreira

(…) No se puede decir que mi “currículo” sea largo, largo, largo, pero tampoco me ha hecho falta para hacer lo que más me ha importado: fotografiar y escribir lo que me ha dado la gana.
Sobre mi vida pública poco se puede decir. Sobre la privada sólo me interesa a mí y a los míos (y no todo).

Ahora: fotografío (cada vez más), escribo (también cada vez más). Fotografía y escritura se celebran, más o menos, en el mismo rincón.

Luego: no sé. Sospecho que seguiré fotografiando y escribiendo. No creo que decaiga mi interés por ambos lenguajes. Es absolutamente inevitable “hacer” cuando estás abocado a ello.

P.S. No es esencial lo que pase en las afueras, allí dónde se oyen los murmullos. Todo se reduce a una sola cosa: “hacer lo que debes”. (2007)

 

CAPÍTULO V (2017)

Cuarenta años después de haber empezado lo que todavía no ha terminado, y habiéndome alejado ya un buen trecho de la esquina de la sesentena, siento que las vicisitudes de mi vida, tanto personales como fotográficas, no han sido especialmente relevantes. Sigo portando mi pesada cámara y fotografiando mucho, siempre que puedo y mi estado de ánimo me lo permite…

Nunca he incorporado un cuerpo teórico sobre el lenguaje fotográfico a mi modo de fotografiar. Mi quehacer siempre ha respondido a la actitud del Flâneur o bien a la creación automática sobre el terreno, rápida, fulgurante e impremeditada. Y retratos, mi enorme cuenta pendiente. A medida que he avanzado en el tiempo he ido cuestionando más y más las posibilidades expresivas y creativas de la fotografía, o, dicho de otro modo, en una experiencia vital ideal yo habría preferido escribir, pintar, esculpir, hacer cine, componer música, interpretar, en fin, otras muchas cosas antes que fotografiar, pero para ninguna de ellas estaba dotado; así que me he conformado con el disparador de la cámara, que siempre me ha parecido más asequible a mis capacidades. No obstante, eso no ha impedido que haya amado la fotografía a lo largo de estos cuarenta años…

En definitiva, solo puedo decir con cierta convicción, que mis fotografías son mi manera de mirar a mi alrededor y testimoniarlo mediante imágenes, que siempre buscan desentrañar algo de la realidad y de mí mismo. Nada más. Y mientras, me entretengo. No hay mensajes transcendentes para nadie, sencillamente porque no conozco tan bien al mundo y sus habitantes como para hacerlo, además de que sería insoportablemente pretencioso. Solo puedo hablar de lo mío, y solo un poquito, tímidamente. Ah, y ese dichoso mito de la comunicación no me lo creo, ni mucho menos, o a mí no me cuadra. Únicamente deseo que las cosas me queden bien y sean honestas. Es decir, que respondan a mi gusto, sentido y satisfacción, tanto estética como existencialmente. En mis fotografías no hay nada nuevo ni genial, sencillamente porque no lo soy. De lo que sí estoy razonablemente seguro es de que están realizadas a mi imagen y semejanza, para bien o para mal. Al menos me queda eso, una mirada propia sustentada en material suficientemente imperecedero, en blanco y negro. Siempre.

Por último, en cuanto a mi actividad supuestamente creativa, fotográfica claro, cuatro décadas después de haber comenzado lo que parece no acabar nunca, la última versión de página web donde muestro lo hecho. No sé sí habrá más versiones. Quizá sea la última o quizá no. Ya veré.

Y sobre mi vida en general, desde hace cuarenta años hasta ahora, solo noto que el paso del tiempo, mi percepción de su paso por mi vida, avanza vertiginosamente. He cogido una velocidad mareante bajando la cuesta y la inercia hace que ni siquiera vea los bultos que pasan junto a mí. Me precipito hacia la nada sin remedio. Ah, y esa cuestionable verdad de que el tiempo te hace más sabio es mentira, solo te convierte en una jodida piltrafa tonta y después te mata. Al menos a mí me parece así…

Soy mejor ahora que hace cuarenta años? NO. Soy peor? NO. Mejoraré fotográficamente en los próximos diez años? NO. Entonces, para qué sigo aquí y para qué seguir fotografiando y escribiendo? PARA NADA, solo porque respiro y la enfermedad y la muerte me respetan. Por eso seguiré con todo esto y espero estar aquí, con estos mismos pelos, o, mejor dicho, con la falta de ellos, en 2027, aunque ya no escribiré un rollo parecido, simplemente lo copiaré y lo pegaré. Ya está. Dicho queda.

pepe fuentes
2017