MONÓLOGOS SOBRE ARTE 33.4 (*)
¿Qué me duele que nadie lea lo que escribo? Lo escribo para distraerme de vivir, y lo publico porque el juego incluye esa regla. Si mañana se perdieran todos mis escritos, sentiría pena, pero, creo de verdad que no una pena violenta y loca como cabría suponer, puesto que en todo eso iba mi vida”. Fernando Pessoa
Martes, diecinueve de agosto de dos mil veinticinco
… Anteayer domingo, tuve un grave tropiezo con mi ordenador fijo: de pronto, inesperadamente, y sin preaviso, Microsoft Office dejó de funcionar. Como no me había pasado nunca, no supe como repararlo y tuve que recurrir a la que fue la tecnóloga de la casa, Naty.
Vino ayer por la mañana y tardó dos o tres horas en restaurar el dichoso programa de office, con el apoyo del servicio técnico en línea de Microsoft. Corrió peligro la continuidad del diario en la entrada de ayer.
A cambio, regalé a Naty un táper con una ración abundante de ensaladilla rusa (perdió ella en el cambio).
Luego la llevé a su casa en coche y ella me dio tres huevos que necesitaba. Nuestra relación postmatrimonial, se sustenta en el trueque de favores y recursos. Así es mejor porque ganamos ambos.
Seguiré con mi visita al Thyssen de la semana pasada, pero solo hoy sobre Terrafilia, a pesar de que la muestra dé para mucho más y fotos de las obras tengo.
No obstante, cierro con esta entrada, por un lado, porque lo escrito lo he perdido, y porque, a fin de cuentas, la muestra, aunque me gustó, sobre todo por el guion secuencial de Daniela Zyman, no me emocionó ya que el propósito, a grandes rasgos: atención, cuidado y regeneración del planeta, en clave conceptual y científica, no es de los aspectos del arte que más me interesen. Prefiero otros territorios más ambiguos e inciertos.
Como voy fatal de tiempo para la edición de la entrada de mañana, recurro a una de las cartelas de la exposición, clarificadoras del enfoque de la comisaria:
“El Mundo objetivado: la ciencia moderna ha considerado durante mucho tiempo la objetividad como base del conocimiento -una pretensión de universalidad, fundada en la medición, la clasificación y el orden. Arraigada en los ideales de la Ilustración, esta visión del mundo buscó transformar lo desconocido en conocimiento. Pero tuvo un costo: la abundancia de la naturaleza fue diseccionada, cartografiada y extraída, alimentando las ambiciones expansivas de los imperios europeos”.
(*) Cuando volví del paseo, a las nueve, me senté en mi patio de clausura a escribir. Tardé tres horas en elaborar una entrada que me pareció de una cierta complejidad y enjundia; pero, por la tarde, al pasarla del portátil al ordenador fijo, tuve un lapsus de atención y la perdí. Todo el trabajo de la mañana se fue a la mierda. He renunciado a reelaborarla de memoria porque me frustraría, no sería la misma. Además, para mayores males, escribí sobre un ensayo espléndido que estoy oyendo estos días de Antonio Muñoz Molina, El verano de Cervantes. Volver sobre esa obra lo dejaré para otro momento.
En fin, problemas del directo que, cuando suceden, son irreparables…
La Fotografía: Pequeño escenario de la muestra de Terrafilia: “Rincón de una biblioteca, de Jan Jansz van der Heyden, presenta un estudio meticulosamente colocado en el que pueden identificarse un globo terráqueo y otro celeste, un atlas y una esfera amilar. Celebra una jerarquía intelectual, en el que las herramientas de observación se emplean para hacer comprensibles el mundo y el cosmos. Sin embargo, esta clasificación del saber era inseparable de las estructuras de poder y religión. Una alegoría de la cultura sobre la naturaleza de Del orden, sobre el caos. Adán y Eva de Hans Baldung Grien refuerza la jerarquía moral y de género binaria, relegando todo lo que queda fuera de la pareja heterosexual y de la ley divina al ámbito de lo desviado, lo ingobernable y lo condenado a la exclusión”. Cartela de exposición.