2 JUNIO 2025

© 2022 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2022
Localizacion
pepe fuentes, Toledo, España
Soporte de imagen
-DIGITAL 50
Fecha de diario
2025-06-02
Referencia
10873

DIARIO DE ENVEJECIMIENTO 63.1
“Pero, mucho tiempo después, cuando deja de desempeñar un papel útil, el hombre puede obsesionarse por deseos que perdieron ya su razón de ser”. Henri Roorda, (Mon suicide, 1925).
Domingo, uno de junio de dos mil veinticinco

Se supone que mi vida útil (trabajo por cuenta ajena) se desarrolló a lo largo de treinta y cinco años y los treinta y tres últimos de empleadillo en un Banco; al que, por cierto, ingresé un día como hoy (uno de junio), hace ahora cincuenta y cinco años. La buena noticia fue, en este aspecto, que mi ángel de la guarda decidió liberarme de esa pesada carga (nada aportaba a mi vida), cuatro meses después de cumplir cincuenta años. Y, desde entonces aquí, en mi casa, cultivando mi ineptitud que no era sobrevenida, sino que la tenía de nacimiento. No he vuelto a hacer nada útil (que me supusiera beneficio económico), solo “cultivarme” y de tanto hacerlo ya no sé muy bien quién soy (depende del día).
Dice Roorda, y tiene razón, que el gran riesgo es obsesionarse por deseos obsoletos, sin sentido, porque lo son a destiempo, y entonces, si no haces un brutal esfuerzo de ubicarte bien en la realidad y circunstancia de tu mundo y momento vital, el que te toca vivir, puedes caer en la obsesión, y lo que es infinitamente peor, instalarte en la ineludible y amarga desdicha.
Henri Roorda, hombre de extrema lucidez, que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, a los cincuenta y cinco años decidió acabar con todo, adelantándose a lo que indudablemente para él sería un futuro de mierda. Las citas que incluyo hoy están extraídas de su ensayo Mi suicidio, que escribió inmediatamente antes de morir de un disparo en el corazón por mano propia.
Increíble experiencia humana, me conmueve por su enormidad: escribió un libro brillante anunciando su suicidio, lo terminó y se pegó un tiro. Un gesto así me hace amar al género humano por lo que es capaz de hacer. Pero solo a los que son singulares y únicos; a los demás, no.
Él sabía que la maldita vejez solo era pura basura existencial. Detritus y vómitos; soledad y tristeza; marginación y asco…
Lo único bueno para mí, en relación con Roorda, es que, la diferencia de épocas en la que vivimos, a mí me ha permitido al menos, que la década de la cincuentena fuera amable, con buena salud y compañía. Quizá, al no trabajar haya sido la mejor de mi vida. La sexagenaria, mejor pasar de puntillas sobre ella, aunque la salud y yo seguimos en buena armonía, sin desencuentros.
Y entonces llegó la era septuagenaria, sinónimo de catástrofe absoluta. Mejor incluyo un fragmento largo de Mi suicidio, de Roorda, en la que él lo cuenta todo mucho mejor que puedo hacerlo yo, así escribiera todo un mes seguido.
“Demasiado moral o demasiado tímido, el individuo se pasa la vida rechazando sus instintos; hay en el mundo millones de corazones que tienen hambre. Envuelto en una oscuridad profunda en la que no viera mi cabello blanco, desearía estrechar apasionadamente entre mis brazos una mujer que sintiera la misma emoción que yo.  Es imposible. Todos estamos condenados a la soledad. Un médico francés afirmó: “la mayoría de los hombres mueren de pena”. Pero eso no impide que la vida continue. La naturaleza solo quiere el acercamiento momentáneo de los sexos, y el individuo busca en vano en el amor una felicidad perdurable. El hombre está condenado a la tristeza porque tiene imaginación, porque piensa, porque salió de la animalidad… Hay corazones a los que nuestra estúpida moralidad condena a una juventud demasiado corta y a una vejez demasiado larga. La vejez no sirve para nada. Si yo hubiese creado el mundo hubiera situado el amor al final de la vida. Los seres humanos se habrían visto sostenidos, hasta el final, por una esperanza confusa, pero prodigiosa”. Henri Roorda
De lo que habla este hombre lúcido, a los 55 años, adelantándose a lo que le pasaría pronto, es de algún modo, lo que yo estoy viviendo ahora. Sí, porque es ahora, justo ahora, en la provecta edad, cuando el amor es más necesario que en cualquier otro momento de la vida; por ejemplo, para qué necesitas amar a los treinta, si a esa edad puedes tener todos los amores que se te antojen. No sé, a lo mejor lo que acabo de escribir es una tontería, pero no tanto, me parece.
La Fotografía: Autorretrato de un hombre honrado, que sin duda soy. “Un filósofo dijo una vez: ignoro cómo pueda ser un hombre malvado, pero el corazón de un hombre honrado es espantoso”. Henri Roorda

Pepe Fuentes ·