Sr. Rígido. Llegó a ser un hombre influyente. En sus mejores momentos se mostraba inasequible. Ahora forma parte del capital amortizado que deambula por plazas soleadas y cultiva recuerdos de recuerdos. Su rostro ensimismado no es sino el síntoma de que el «tiempo», como revelan sus ojos, se ha parasitado en sus órganos vitales y le está vaciando por dentro. Nunca logró entender los mecanismos del erotismo.
15 DICIEMBRE 2004
© 1987 pepe fuentes