A diferencia de vosotros, ante la muerte tengo una clarividente dignidad: cuando siento que ha llegado mi hora, me alejo de la manada con un compañero, caminamos algunos kilómetros hasta que llego donde debo morir y doy un par de vueltas trazando un círculo. Sé que la muerte está dentro de mí pero necesito situarla en la tierra. Despido a mi compañero y me quedo en el centro del círculo, donde sólo yo puedo entrar.
5 ENERO 2005
© 2001 pepe fuentes