Sábado: cuarto día de viaje. Almonte. El sábado el fervor popular estaba en pleno apogeo. Yo me dejaba llevar por la inercia de los acontecimientos. Tuvo lugar una especie de procesión interminable que yo no entendía: ni los hechos, ni los elementos que intervenían, ni valores que manejaban. Por ejemplo, este es un toro (vaca o buey) no lo sé muy bien, decorado, había decenas de ellos (no sé por qué los decoran) también caballos. Desfilaban delante de la ermita unas carrozas que llamaban «sin pecado» o algo así, en una fila que no acababa nunca. Tampoco lo entendía. Hacía calor y la combinación de polvo y moscas resultaba insufrible. Es sencillo: o eres crédulo, entiendes y todo tiene sentido; o no lo eres, y entonces el espanto estético te invade los ojos, los oídos y la razón. Sólo queda huir lo antes posible. Nos fuimos a una playa cercana.
14 MAYO 2005
© 1983 pepe fuentes