El loco de Saint Eustache se acababa de caer en el interior de la iglesia. Llovió copiosamente y París se mostró con una magnífica luz de tormenta. Era por la mañana y teníamos el resto del día para deambular sin rumbo. Ahora no recuerdo lo que hicimos; sí sé que los hados fotográficos no nos fueron propicios, salvo en esta fotografía, que aún a tú pesar a mi me parece magnífica. Quizá muy pronto volvamos a París, sobre todo porque a ti te entusiasma (yo no lo tengo tan claro).
15 JULIO 2005
© 1999 pepe fuentes