Las construyeron persuadidos de su imbatilidad; en su interior colocaron poderosos cañones mirando desafiantes la línea del horizonte. Luego, se sentaron satisfechos a esperar al enemigo. El tiempo transcurría en el suave balanceo de los días. Necesitaban que las velas atacantes asomaran para dar sentido a su impaciente espera. El resultado de la contienda era lo de menos, sólo eran gestas imaginarias. Necesitaban un hecho que rompiera el tiempo adormecido, para así poder seguir llenando el vacío.
3 AGOSTO 2005
© 2003 pepe fuentes