El artillero limpió su batería y miro el horizonte, como todos los días. Veía la misma línea a todas horas, desde hacía ya tres años. Aún estaría algunos más. No concebía otro tiempo que no fuera el marcado por el color de los días a lo lejos. Atisbaba a la espera de las velas sobre las que tendría que disparar su cañón, aunque sabía que nunca llegarían, porque el mundo se había parado exhausto.
4 AGOSTO 2005
© 2003 pepe fuentes