El tiempo ha pasado, y ahora que mis restos han sido reducidos y están en una pequeña caja junto a mi mujer, me gustaría hacer un breve repaso de mi vida. No es mucho lo que tengo que contar, porque nada importante ocurrió en ella, la prueba es que hoy, 27 años después de mi muerte, nadie me recuerda, como si no hubiera existido nunca. No dejé nada material, sólo algunos objetos sin importancia, y lo que permanece en el recuerdo de los míos se va agotando. Sólo queda la memoria de mi hermano, mi hermana y la de mi hijo, y sé que a él le falla en algunas cosas. La de mi nieto es inexistente, era muy pequeño, supongo que tiene un vago recuerdo pero no puede llenarlo con mi cuerpo, con mis palabras, con mi afecto. Lo que pueda meter en un recipiente con mi nombre sólo será el resultado de la necesidad que pueda tener de reconstruirme. Me llamaban Colás en vez de Nicolás, no me importaba. En esta fotografía aún era joven, de la época en que empecé a ser guarda rural. Todavía me sentía fuerte.