Durante unos años me dediqué a cazar por mi cuenta los conejos de la finca que guardaba. El negocio consistía en comprar la caza al dueño de la finca y durante el verano los cazaba con cepos: desde las 3 de la tarde más o menos, hasta el anochecer, sembraba de cepos las madrigueras, luego a las 4 de la madrugada me dedicaba a recoger los que habían caído y los vendía en el mercado. Corría el riesgo de no cazar suficientes o de que hubiera muchos enfermos con la epidemia del verano. Trabajaba duro pero no ganaba demasiado, sólo nos permitía ir tirando y ahorrar una miseria.
10 SEPTIEMBRE 2005
© 2005 pepe fuentes