Algunas veces, en mi vuelta diaria para vigilar las tierras llegaba a la «raya» de otras tierras que tenían otro guarda como yo. Nos juntábamos y nos sentábamos en una piedra, sacábamos nuestras petacas y liábamos lentamente el cigarro que luego fumábamos tranquilos, dejando pasar el tiempo. Nos despedíamos hasta cualquier otro día en el que nuestras «vueltas» coincidieran. Si le divisaba a lo lejos, tocaba la bocina para avisarle dónde estaba.
12 SEPTIEMBRE 2005
© 1980 pepe fuentes