Aunque no tuve grandes ambiciones, uno de mis sueños era tener un negocio propio que tuviera que ver con la cría de animales. Siempre los había tenido cerca y se me daban bien, además me gustaban y el asunto de negociar y ver lo que se podía ganar me tentaba. Se lo contaba a mi mujer: la hablaba de cerdos, ovejas, caballos, en fin cualquier animal que se pudiera criar y luego vender. Ella, con un sentido más prudente de las cosas se negaba en redondo, discutíamos y todo quedaba en nada. Lo cierto es que siempre hicimos lo que ella decidía y ahora creo que, al menos en lo de los animales, por fortuna; probablemente no tenía talento para los negocios, aunque nunca quise reconocerlo.
14 SEPTIEMBRE 2005
© 2004 pepe fuentes