19 SEPTIEMBRE 2005

En uno de los trabajos de temporada que tuve: pesaje de camiones de remolacha, me ofrecieron un trabajo para mí y para Luisa, que consistía en guardar una propiedad de campo donde había un castillo (el que se ve al fondo). Además teníamos que ocuparnos de la limpieza, de sembrar y cuidar las plantas del jardín, de atender a los dueños los fines de semana (vistiéndonos de uniforme con guantes blancos incluidos), guisar y servir a la mesa, abrir y cerrar las puertas del coche y llamarlos Señor y Señora. De todas formas no eran personas soberbias, sino educadas y respetuosas, nos trataban bien y nos ayudaron en lo que  pudieron. Nosotros también cuidamos bien de su propiedad y los servíamos en lo que nos pedían. Estaba otra vez dependiendo de amos; la diferencia es que los de ahora eran gente con clase que llevaban muchas generaciones sin sentir el hambre y los de antes eran de campo, enriquecidos hacía sólo una generación, y se les notaba.