Nuestra crisis tuvo lugar a lo largo de seis terribles años: de 1968 a 1974, o de tus 41 a los 47 años, de los 14 a 20 míos, más o menos. Durante ese tiempo estuviste poseído por una adicción furiosa al alcohol que te nubló la vida y destruyó tu cuerpo. En un corto intervalo de tiempo pasaste de ser un hombre fuerte y apuesto a convertirte en una ruina física y finalmente sucumbir. Me atrevo a pensar, quizá porque llevo lamentándolo desde entonces, que no es posible que seis años de enajenación te compensaran treinta que muy probablemente podías haber vivido. Pero fue tu elección. Conseguiste apartarte de esa esclavitud tres años antes de morir, pero ya estabas destrozado y no había solución. Para mí tuvo efectos importantes: aprendí a sufrir diariamente y a interiorizar mis sensaciones calladamente. Para mi madre, tu mujer que siempre te quiso a pesar de todo, mejor no hablar: había que hacerse fuerte para soportar la que estaba cayendo. Fue malo, muy malo para ti y quizá, a la larga, no tan malo para mí porque aprendí mucho; pero ni te lo voy a reprochar ni a agradecer. No creo tener ningún derecho y en definitiva la culpa, si la tuviste, cayó trágicamente sobre ti.
27 SEPTIEMBRE 2005
© 1981 pepe fuentes