Ahora me siento responsable de nuestra memoria familiar, de la tuya y de la mía, de la de ambos. No podemos permitirnos que nuestros descendientes, si es que la línea genealógica sigue más allá de tu nieto Gabriel (creo que ha crecido como a ti te hubiera gustado) no sepan nada de nosotros, se lo debemos, tienen derecho a saber de dónde vienen. El mundo da igual, no hemos dejado huella en él; a ti nadie te recuerda y a mí casi tampoco y eso que todavía estoy aquí. Nunca supe el valor que tenía para ti la familia, creo que como institución te importaba muy poco y a mi menos. Sin embargo, si creo en un vínculo atávico potente, muy primario, de vísceras y sangre y ese sólo implica a la línea directa de padres e hijos; los demás parentescos son accesorios e innecesarios y sólo pueden considerarse si están marcados por el amor.
28 SEPTIEMBRE 2005
© 2004 pepe fuentes