Pero luego el cristianismo, que decretó la destrucción de todos los ídolos ajenos al nazareno y su universo, añadió a eros el concepto cáritas, pervirtiendo diabólicamente la pureza carnal del amor grecolatino, inseparable del deseo, y hasta del deseo ardiente, vinculándolo sacrílegamente al concepto de caridad, a pesar de que nuestro duende más íntimo y menos falaz siempre va a pensar que no se puede desear por caridad, que eso es una blasfemia para la conciencia que tenemos de nuestro propio desear y para el mismo deseo. Jesús Ferrero.
13 OCTUBRE 2005
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