El enigma es que los sentidos de mi madre eran completamente fiables; nunca tuvo alucinaciones ni nada parecido. Se había levantado y completamente despierta había cogido el teléfono. Al otro lado, para ella sin ninguna duda, mi voz y mis frases «no te preocupes, no pasa nada». Mientras, Carmen y yo dormíamos en este hotel, además en la habitación no había teléfono. Desde entonces no ha habido noticias del caso, ni ha vuelto a suceder nada parecido.
23 OCTUBRE 2005
© 1980 pepe fuentes