Conclusión: una cosa es saber de dónde se viene y fijar históricamente los referentes, anhelo cultural loable, y otra muy distinta trazarse como propósito de futuro vivir debajo de las piedras del Neolítico (entiéndase esto último como metáfora cultural). Pero, cada pueblo, colectividad o persona tiene el derecho inalienable a vivir cómo le dé la gana. Por mi parte, si fuera habitante de ese pueblo, por nada del mundo hablaría ese idioma dada la estrechez de horizontes que simboliza; sería como declarar ¡viva el aislamiento y la endogamia!, algo semejante a ¡vivan las caenas! del siglo XIX. Con su pan se lo coman.
Aclaración: este asunto me trae absolutamente sin cuidado, aparte del visceral rechazo que me producen los naci-onalismos, constituidos por una ideología esencial y peligrosamente estúpida. Sólo lo menciono porque me parece un fenómeno sumamente curioso que dice mucho sobre la naturaleza humana y su capacidad para inhalar sustancias intoxicantes. Por mí, como si se quieren tatuar la bandera en el ombligo.
26 OCTUBRE 2005
© 2001 pepe fuentes