OLGA Y ALESSANDRO. En ocasiones, quizá demasiadas, me gustaban las chicas que estaban emparejadas con otros. Esa circunstancia no evitaba que procurara la posibilidad de un encuentro amoroso o sexual. Eso sí, era respetuoso y me mostraba más prudente y sutil de lo que ya era normalmente (léase sutileza como variante de falta de decisión). Lo cierto es que no tenía ningún problema de conciencia en intentarlo o hacerlo, siempre y cuando no tuviera un pacto de fidelidad con alguien. De los demás no me sentía responsable. Esta chica me gustaba mucho y me demostraba un cierto interés, sólo que amistoso. Por mi parte traté, sutilmente como he dicho antes, de atraer su atención.
6 NOVIEMBRE 2005
© 1987 pepe fuentes