No desesperemos, después de todo la vida en pareja no es mala fórmula para conjurar soledades, tener vida sexual potencialmente estable (si no se olvida alimentar el deseo), crear alianzas y complicidades protectoras; cuidar de la mutua autoestima y tener a alguien con quien reír a mandíbula batiente. Aunque esto parezca un territorio idílico y aparentemente inalcanzable, a veces es posible, aunque suele ser muy vulnerable a la corrosión de los elementos y al ineludible transcurrir del tiempo. Las fuerzas que tiran hacia abajo crecen al abrigo de la normalidad y la costumbre, por eso, primero, hay que procurar crear un campo de cultivo que tenga poco que ver con lo «correcto», que a la larga siempre termina jodiéndote. Tengo noticias de matrimonios, con una larga vida en común, rica en experiencias, positiva para ambos porque han sumado sus fuerzas para transitar por el mundo, pero a esos nos les hacía falta casarse. Casarse no es gratuito, es una convención que quieren los demás y que suele estar cargada de peligros hasta los dientes.Aclaración: estas reflexiones nada tienen que ver con mis amigos que, aunque se casaron, tengo entendido que les va estupendamente.
19 NOVIEMBRE 2005
© 1997 pepe fuentes