CARTA A MI HIJO.
Querido Gabriel: dentro de unos días cumples 30 años y creo que es un buen momento para escribirte. Decidiste irte lejos a construir tu futuro y formar tu propia familia y ese alejamiento nos aboca a vernos muy poco. El que nos veamos más o menos, entre nosotros, no es lo más esencial; el contacto frecuente y trivial puede crear una pátina grasienta, confusa y entorpecedora. Lo que debe importarnos es que el hilo que nos une no se rompa y sentir que en un alejado punto del planeta hay alguien con quien compartimos sangre y corazón; eso es lo único importante, además de resultar un inmenso consuelo ante la dureza de la vida. Ahora me apetece revivir algunos momentos de nuestro tiempo y que les pongamos imágenes (bueno, me permitirás que las fotografías las elija yo). Seguro que te evocarán sensaciones y experiencias distintas a las mías, pero eso, además de inevitable es bueno. Esta, por ejemplo, es la última que te he hecho. Como recordarás, fue en una mañana helada, muy temprano, en la orilla del lago Como (pero de EE.UU.). La noche anterior habíamos cenado bien y compartido copas y secretos familiares hasta altas horas con Jackie y Naty. Para mí fue magnífico.
22 NOVIEMBRE 2005
© 2004 pepe fuentes