EL ARTE Y EL DINERO. Me gusta tener dinero aunque sólo pienso en él cuando noto la amenaza de su ausencia. Únicamente me interesa para pagar lo que necesito o me gusta: necesidades primarias, divertirme modestamente de vez en cuando, llevar a cabo mi obra fotográfica, adquirir los libros que necesito, viajar donde me gustaría fotografiar y nada más. Esto supone que no lo necesito en grandes cantidades y soy consciente que esa modestia me coloca en una cierta mediocridad, sobre todo porque me aleja de la omnipotencia que da su posesión; qué le vamos a hacer. Otra cosa es el valor que tiene de autentificación del trabajo. Estamos constituidos por lo que hacemos que, a su vez, tiene sentido en la medida que se convierte en valor de cambio. Si lo que haces no tiene valor pecuniario no existes. A partir de esa premisa, se produce una curiosa y lamentable situación: no recibes dinero por lo que haces, luego sientes el vacío del no ser, por lo que necesitas hacer más y más para eludir el agujero negro de la inexistencia y cuanto más haces, mayor es el sinsentido del esfuerzo. Si eres coherente y dejas de hacer lo que no te produce beneficio material alguno entonces te quedas sin nada, sin la dudosa moneda de cambio y sin la acción terapéutica del hacer; luego eres un firme candidato a la depresión, en el mejor de los casos, y al suicidio en el peor (o no). Siempre puedes cambiar de actividad, pero qué actividad si estás abocado a la que realizas? También puedes hacerte relaciones públicas, porque ya sabemos que sin el componente comercial el arte se queda en casi nada. Claro, esto tiene un serio inconveniente: tienes que salvar tu obra en un terreno y con unas herramientas ajenas a la obra en sí misma y eso es molestísimo e ilógico. También puedes mandar a alguien con el recado, pero no es lo mismo. En resumen, hay que conseguir dinero a cambio del esfuerzo y si no todo se desbarata y el equilibrio se va al garete. Conclusión: NO HAY SOLUCION. Llegados a este punto, mandemos la coherencia a la mierda y hagamos lo que podamos.
6 ENERO 2006
© 2005 pepe fuentes