DIARIO INTIMO: Mi silencioso abuelo, lejano, como siempre se mostró. Su sordera le hacía mantenerse discretamente apartado. Era un hombre solitario y abstraído, sin duda ensimismado. Recuerdo mi infancia, viviendo en su casa junto con mi abuela, iba a un colegio próximo. Cuando llegaba de trabajar, a la caída de la tarde, se sentaba en una silla baja ( en invierno frente a la lumbre y en verano a la puerta de la casa, frente un paisaje de piedras y encinas) a comer parsimoniosamente, un trozo de pan con una sardina salada o con un trozo de bacalao. No hablaba apenas. Al día siguiente, lo mismo, salía de madrugada y volvía al anochecer; y así durante toda su vida.
17 MARZO 2006

© 1980 pepe fuentes