Después de ir y volver a lo largo de poco más de un kilómetro por la playa, nos sentamos en la terraza de un bar a ver atardecer. No sé de qué hablábamos cuando apareció, a lo lejos, una mujer en bicicleta junto a un niño. A mis amigos y a mí nos encantó la mujer, parecía, a pesar de la distancia, muy atractiva e interesante; supongo que fantaseamos en silencio con la posibilidad de pasar la noche de aquel sábado con ella, en Lisboa, pero ninguno lo intentamos, así que, cuando se puso el sol, nos levantamos algo decepcionados y nos fuimos a la ciudad. Al menos todavía quedaba la noche. De lo que pasó me acuerdo perfectamente (supongo), pero no lo voy a contar, sólo diré que mis amigos fueron más emprendedores y activos y muy probablemente se lo pasaron mejor. Yo me quedé instalado en una austeridad prudente pero sosa.
9 ABRIL 2006
© 1986 pepe fuentes