(sábado por la tarde) Cuando subíamos hacia Alfama, por la Rua do Limoeiro, vi a este pez en el escaparate de un pequeño restaurante y me dije -vaya, qué pez tan solo, tan triste, tan muerto- pero seguí caminando sin más. Al rato, ya en el Miradouro de Santa Luzia, seguí acordándome del pez largo y lánguido. Continuamos deambulando por Alfama, parando, fotografiando y hasta comiendo pez (otro) lo que hacía que me acordara cada vez más del mío. Empecé a preocuparme pues ya había decidido que tenía que fotografiarlo, pero claro, me decía -y si se lo han comido unos turistas desaprensivos?-. Nos levantamos enseguida de la mesa donde comíamos, no sólo por que mi pez corría peligro de ser devorado, sino porque llovía y el postre empezaba a inundarse. Mojándonos, llegamos donde lo había visto y allí estaba, cada vez más rígido y reseco. Lo fotografíe, claro, y me sentí más tranquilo: había salvado su imagen de las mandíbulas voraces de hambrientos desconocidos, en Lisboa, bajo una luz de lluvia.
23 ABRIL 2006
© 2006 pepe fuentes