(domingo por la mañana.) Dos edificios de dos plantas, uno frente al otro, conformando un espacio longitudinal que confluía en una iglesia. Cada uno de ellos tenía una arcada con puertas y ventanas tapiadas. El conjunto, cerca del acantilado, herméticamente cerrado e inmisericordemente abandonado, emitía señales inquietantes y desoladoras. Cerca ladraba a la nada, o quizá a nosotros, un perro cojo trastornado.
28 ABRIL 2006
© 2006 pepe fuentes