(domingo por la tarde) Tenía un recuerdo luminoso de la playa de Caparica que vi hace veinte años. Sin embargo, la que me encontré el otro día, no coincide en casi nada con las imágenes de ese recuerdo, por lo que caben tres posibilidades: que el recuerdo se haya contaminado de tiempo pasado, que el entorno haya cambiado, o que yo nunca haya estado antes en Caparica. Donde recordaba arena y mar ahora hay un malecón agresivo que acosa al mar, a lo que este responde con una violencia frustrada que se estrella contra las piedras ásperas, una y otra vez. Al borde del abrupto paseo, viejos restaurantes se dejan carcomer por el salitre y unos vendedores ambulantes de ropa barata se enfrentan a un fuerte viento que les hace recoger pronto. La tarde del domingo resultaba triste sobre el malecón de Caparica. Las sensaciones eran muy distintas a las de mi recuerdo de hace veinte años, salvo por el mar y la luz que seguían pareciéndome grandiosos, a no ser que el lugar no sea el mismo, ni antes ni ahora y yo no haya estado nunca en la playa de Caparica.
29 ABRIL 2006
© 2006 pepe fuentes