Tomé la cámara y comencé a fotografiar, avanzaba por la explanada algo tenso y la situación me pesaba; percibía algo indefinible, me sentía observado, pero no había nadie y sólo se oían los ladridos histéricos de los perros. Razonaba: si hay animales, el dueño quizá esté tras una ventana y puede ser alguien enloquecido. En el lugar vibraban miradas ocultas; sentía presencias pero no sabía dónde.
26 MAYO 2006
© 2005 pepe fuentes