Los obreros que vivían en el caserío de al lado manejaban la maquinaria, ahora rota y abandonada, al amparo de los propietarios, sin duda adinerados. Pasó el tiempo, los dueños, ya mayores, murieron y sus herederos probablemente no supieron qué hacer, porque no habían aprendido el oficio y el mundo había cambiado. Los trabajadores fueron marchándose, la propiedad languideciendo y sus máquinas oxidándose. La muerte iba tomando posiciones. Ahora sólo queda el ladrido furioso de los pequeños perros y las ovejas topándose en la oscuridad. Después de hacer 15 ó 20 fotografías me marché aliviado. Siempre que tengo una experiencia similar paso un periodo de sedimentación intentando entender y averiguando si han quedado preguntas sin respuesta o fotografías por hacer (que viene a ser lo mismo); sí es así, necesito volver cuanto antes. Lo hice quince días después.
28 MAYO 2006
© 2005 pepe fuentes