Los tamborileros mantienen estados de ánimo alternativos: o golpean el tambor con ferocidad (suele ser cuando están cerca del paso del cristo, lo que les debe exaltar mucho, supongo) o descansan (porque el cristo esté lejos o por fatiga, supongo), aunque poco tiempo porque hacen ruido constantemente, y entonces muestran gestos completamente relajados y serenos. Espero en la orilla de la calle a que pasen y fotografío buscando siempre su lado solitario: ellos solos con su tambor y yo solo con mi cámara, frente a frente.
Extraños, extraños, extraños, un infinito de extraños. Y yo, un extraño, solo.Antonio Porchia