ME CRUCÉ CON UN HOMBRE. Desde que le divisé a lo lejos sentí una cierta incomodidad. No quería cruzarme con él y tampoco verle y que él me viera a mí. Por un momento dudé si salirme del camino y huir campo a través, o quizá darme la vuelta. Cualquiera de las opciones me parecía ridícula. Seguí avanzando con un creciente malestar y preguntándome qué podía hacer cuando nos cruzáramos: pensé en no mirarle para así no tener que saludar. Luego no pensé más porque ya estaba prácticamente encima. Era un hombre de aproximadamente 60 años, con bigote, rostro inexpresivo y esa rigidez que a veces se vislumbra en gentes que han llevado una vida estricta y con escasa facilidad para la risa. Nota: no tengo la fotografía de ese individuo, pero sí de éste otro que se asemeja un poco y además parece más importante.
9 OCTUBRE 2006
© 2006 pepe fuentes