Decía anteayer que la razón de esa fotografía sería largo de contar; pero eso siempre depende de lo pesado que quiera ponerme. Odio la pesadez, quizá porque siempre coqueteo o me peleo con ella (en este tríptico, quizá, me estoy poniendo pesado sin darme cuenta). Me distraigo y no centro lo que quiero contar: el por qué aparecieron estas fotografías delante de mi cámara en aquella iglesia rota. Los fotógrafos como yo somos beneficiarios o víctimas del azar, casi nunca componemos lo que mostramos en nuestras fotografías, sino que tomamos lo que aparece delante de nosotros (aunque, a veces, yo sí compongo). Bien, a lo que iba, esos objetos chocantes allí tenían su razón de ser en que un amigo de hace más de veinte años (todavía lo es, aunque ya no nos vemos), inexplicablemente, decidió promover y organizar una fiesta de homenaje a la llegada del solsticio de primavera en una ciudad de espíritu invernal. Resultó una experiencia olvidable aunque yo conseguí las fotografías de los últimos días, y otra más que a lo mejor coloco mañana como epílogo para ver si así consigo terminar de contar el asunto.
23 OCTUBRE 2006
© 1984 pepe fuentes