De pronto me encontré con una señal – dios es el camino– que me salía al paso; fotografíe apresuradamente, no fuera a ser que la perdiera otra vez (en realidad nunca la he vislumbrado). En el momento de realizar la fotografía no sabía como iba a revelarse –quizá luminosa como una ráfaga de luz parpadeante y cegadora; esta tarde he encontrado remedio a mis males – me dije-. Al día siguiente revelé impaciente; nunca revelo al día siguiente, a veces tardo meses. Pero no, la fotografía no tenía luces fulgurantes, ni sendas resplandecientes y redentoras. Resultó una imagen de bajos tonos, sombría y desesperanzadora, en la que ni siquiera se adivinaba un angosto sendero al fondo. Hasta ahí llegó mi búsqueda en una dirección que en vez de a Dios, sólo conducía al río que no podía cruzar (si lo hubiera intentado me habría ahogado). Di la vuelta (lo más inteligente que hice esa tarde), a veces dar la vuelta y volver sobre los mismos pasos es lo mejor que se puede hacer.
4 NOVIEMBRE 2006
© 2006 pepe fuentes