Regresé por este camino, hostil y amenazador, bordeando el río por el otro lado y acompañado de una cámara desconocida pero que no permitió la entrada de luz, lo que agradecí mucho (a la cámara y a Manolo). Sin embargo, como ya he dicho, iba provista de un « zoom » al que no entendía. Fotográficamente siempre he solucionado la incógnita de las distancias con un mismo ojo (objetivo) y con el recurso natural de acercarme o alejarme a pie. El dichoso « zoom » me creaba una sensación de vértigo que me desconcertaba: con un sencillo movimiento de muñeca alejaba o acercaba la realidad. Increíble. A lo mejor resultaba que Dios no estaba al final del camino de hace un rato, sino que iba en la cámara de mi amigo; él no me había advertido y encima yo no me estaba dando cuenta.
5 NOVIEMBRE 2006
© 2006 pepe fuentes