Delante del Teatro ZinZanni, situado en la larga avenida del Embarcadero, paramos a mirar. Creo que se trata de un teatro-circo emblemático de la ciudad, sólo supe eso, aunque tampoco estoy seguro. Lo que sí percibí fue la magia del lugar. Nos quedamos bastante tiempo mirando las instalaciones en forma de carpa circense y el magnetismo del cartel anunciador. Había gente que también se paraba a mirar o a interesarse por los horarios de la función. Éste, sin embargo, corría, corría mucho y ni siquiera reparó en el montaje y en la mirada burlona que le dedicaban las estrellas del espectáculo. Debe ser porque ya pasó por aquí ayer y el mes pasado y quizá también el año anterior y siempre corriendo. Correr, correr, correr…ellos; yo no, yo parado en San Francisco, pero sólo hasta el día siguiente en que, todavía de noche y en un taxi conducido por un ruso enloquecido y cegato que hablaba por teléfono y conducía vertiginosamente, me marché, quizá para no volver nunca, de San Francisco.
30 NOVIEMBRE 2006
© 2006 pepe fuentes