Desde mi atalaya contemplo un amanecer lechoso que transpira lluvia de ayer. Todavía no sé si el sol se asomará hoy. Me acuerdo de mi amiga H en su lejano Kioto, restableciéndose de una incomprensible y repentina pérdida de visión: primero el ojo izquierdo y luego el derecho. Como si de una conjura estúpida y diabólica se tratara. H. sigue este diario y ahora no puede hacerlo.
Desde aquí, aunque hoy no lo veas, quiero transmitirte todo mi apoyo y cariño, porque seguro que dentro de no mucho tiempo podremos seguir compartiendo unos instantes cada día. Ah!, ahora el sol está ahuyentando nubes y velos. Seguro que le has encargado que nos avisara que tú también estás apartando ya esas perturbadoras y breves sombras; que ya está apareciendo la luz de nuevo. Cuando vuelvas nos reiremos juntos de ellas; ya no las temerás porque ambos sabremos que no volverán nunca.
1 DICIEMBRE 2006
© 2006 pepe fuentes