No ocurrió lo mismo con esta otra realizada en una iglesia, también en Nápoles, de la que he olvidado el nombre. Esta sí la recordé después, antes de revelarla. Cuando la hice visible gracias al D76, no me deparó ninguna sorpresa pero tampoco me decepcionó. Es un motivo que siento como muy propio, casi bordeando el deseo obsesivo nunca cumplido. Si tuviera que elegir un solo tema a desarrollar fotográficamente sería el de los espacios vacíos y cerrados, de luz velada, atmósfera onírica y paredes altas y blancas impregnadas de misterioso e impalpable polvo secular. De niño jugué en uno de estos espacios, dentro de una catedral gótica: era una espaciosa habitación en penumbra, con muchas sogas cayendo desde el techo con las que el campanero (tío abuelo tercero mío, creo, suponiendo que ese parentesco exista), tañía las campanas en un ritual ceremonioso y solemne. En un rincón que apenas se vislumbraba, una tarasca, también gótica, acechaba vigilante. No olvidaré nunca las sensaciones que tuve allí dentro y deseo ardientemente revivirlas fotográficamente. Cuando tomé esta fotografía sentí que, aunque no era el lugar de mis oníricos recuerdos, sí estaba próximo a ese mundo de opresivo silencio.
5 DICIEMBRE 2006
© 2006 pepe fuentes