La Galería Umberto es quizá el lugar que más me gusta de Nápoles. Cuando entras en su interior sientes que estás en un espacio aparte, en las entrañas y el corazón de algo y es así porque de pronto la luz cambia; es la misma luz que había en la ciudad hace un instante, pero dentro se convierte en una amante delicada que te acoge y acaricia. Lo que se percibe dentro es de otra naturaleza, de otro orden. Este hombre parecía pertenecer a esa otra realidad que sólo podía ser imaginaria. Le fotografié compulsivamente temiendo que se fuera, mientras sentía un deseo imperioso de apropiarme de ese momento, de su imagen y sobre todo de su historia, aunque no llegara a conocerla nunca. Aquel hombre, sólido y distante, daba sentido misterioso y enigmático a la escena; sin él nada en esta fotografía tendría sentido y ni siquiera en toda la Galería Umberto, en aquel preciso instante. Después de dos o tres fotografías dio media vuelta displicentemente y volvió al interior. La luz se nubló un poco y yo me quedé por unos momentos congelado.
8 DICIEMBRE 2006
© 2006 pepe fuentes