Este otro, sin embargo, era un hombre encogido que pisaba tímidamente el suelo de mármol. Le estuve observando mientras caminaba sin propósito por el interior de la Galería, y me pareció que había algo en él de medrosa desorientación. No encontraba el momento de fotografiarlo, deambulé a su alrededor, a una cierta distancia, sin atreverme a invadir su aparentemente apocada y retraída intimidad. Cuando decidió salir le seguí y, poco antes de que su imagen gris y apesadumbrada desapareciera de mi vista para siempre, le fotografié así, misterioso y huidizo.
Feliz quien pudo
Hallar un destino a su medida.
Friedrich Hölderlin