ACABO. Lo siento, me temo que, cuanto más reflexiono sobre el hecho estético o creativo menos sé, o más me confundo. Supongo que me estoy convirtiendo, sin pretenderlo, en un postmoderno que se resiste a serlo o que no quiere darse cuenta de que, inevitablemente, ya lo es desde hace mucho tiempo. Lo que me salva de la condenación eterna es que nunca interesaré al mercado o a los alquimistas (viene a ser lo mismo), ellos convierten en oro lo que tocan, aunque sea una cagadita seca de perro recogida en el parque (sobre todo eso, cagaditas de todos lo tamaños y condición, porque si no, no serían ni alquimistas ni existiría el mercado). Mi problema es que voy poco a los parques.
5 ENERO 2007
© 2005 pepe fuentes