Los escritores necesitan conocer el rostro de sus lectores.
Sándor Márai.
Esta frase me la encontré el otro día en Tierra, Tierra, segunda parte de su magnífica autobiografía. Con mi sana y razonable inclinación a engañarme un poquito (desde la lucidez absoluta no hay quien pueda con el peso del mundo), pensaba que sólo hago este diario para dar expresión y luz a mi «considerable capacidad creativa«; es más, que no necesito que nadie vea y lea lo que hago. Si me paro a pensar un solo segundo en ello, no tengo más remedio que reconocer que es una soberana estupidez y que no, que lo hago para ocho o diez personas que sí conozco y que sé que siguen este diario: Naty, Gabriel, Jackie, Manolo, Harumi, Toti, Jennifer … y algunas otras que también conozco aunque no estoy completamente seguro de su fidelidad. No son muchos, aunque también hay otros visitantes diarios que no conozco. Si vosotros, los que conozco, lo abandonaseis, yo también lo haría, porque sería un mecanismo inútil que no serviría para nada ni a nadie que yo pueda sentir. Al crearlo pienso en vosotros porque sé que así nos comunicamos, aunque no nos veamos. Así de sencillo y frágil es el equilibrio de algunos humanos y yo pertenezco a esa clase.