Me atraen las personas que hay tras las mesas de las galerías. Tienen un aspecto aparentemente interesante y son peculiares por varias razones: casi todos visten de negro, se sientan con aire desfallecido y enigmático, como si estuvieran en poder de alguna verdad insondable, y sus caras esbozan expresiones transidas de espiritualidad; parecen impregnados de una sustancia superior. A mí me habría gustado hablar con alguna, pero no conocía a nadie y tampoco tuve ningún acceso de espontaneidad; además qué les hubiera dicho: –me gusta y me interesa lo que hacéis aquí– por ejemplo. No, no habría tenido sentido ni gracia. Esta mujer, que pertenecía a esas gentes, hablaba incesantemente por teléfono y le decía a su interlocutor (supongo que un artista de su escudería) -no te preocupes, lo tuyo ha gustado mucho-. A mí, sin embargo, no creo: ni siquiera recuerdo lo que podía ser.
«El objetivo del mercado es borrar todos los valores que puedan impedir que cualquier cosa se convierta en «obra maestra» Richard Hughes