Otra más: el mismo día. Ni siquiera me acuerdo en qué galería, sí que era de fotografía. Me acerqué tímidamente a la dichosa mesa y saludé: –hola, soy fotógrafo, tengo un sitio web donde se puede ver mi trabajo-, todo esto lo dije mientras alargaba la tarjeta, –os dejo la referencia por si estuvierais interesados en algún tipo de colaboración-. La individua, parecida a la de ayer, levantó la mirada de sus papeles, y me dijo: –ah, vale- sin apenas mirar la tarjeta que dejó perezosamente en un extremo de la mesa (el destino posterior sería la papelera). Me quedé frente a ella sin saber qué hacer y diciéndome -tío, tu eres gilipollas, que coño haces delante de la jeta de esta tía soportando su indiferencia- Me di la vuelta advirtiéndome a mi mismo: –como vuelvas a hacer una estupidez semejante te ingreso en un sanatorio para débiles mentales-. Desde entonces, en uno de mis sueños, se me aparecen galerías idiotas vacías, porque los auténticos artistas han huido para no volver nunca.
«Todo lo que elabora la mente mientras la vida es deficitaria resulta peligroso: pretendemos sustituir lo que no tenemos por quimeras abstractas que no son sino venganzas por lo que nos está siendo negado.» Rafael Argullol