Salgo a pasear a las cuatro de la tarde. Me cruzo con una chica joven que camina creyéndose guapa y deseable. A mi no me lo parece y apenas la miro. Es una decepción para ambos. Llevo debajo del brazo, con el firme propósito de acabar las últimas páginas, En solitario, de James Salter (primera novela que leo de este autor). Me ha impresionado este escritor. Podría tomarme la molestia de hacer un comentario crítico y elogioso de la novela, pero como no soy crítico y los elogios me dan pereza, no haré ni una cosa ni la otra, sino extraer alguna frase (es como fotografiar, la misma actitud, a veces pienso que me paso todo el tiempo fotografiando aunque no coja la cámara en semanas):
«Había entendimiento entre ellos, del que hunde las raíces en la fuente misma de la vida» James Salter
La novela cuenta una historia de alpinistas, aunque ese es el pretexto, o más bien un excelente escenario y situación para hablar del ascenso y descenso vertiginoso en toda vida consciente. James Salter dijo en una ocasión: «…Ya saben, los escritores nunca se retiran. El único modo de detenerlos es arrastrarlos afuera y pegarles un tiro». Me gusta esa frase, a la que añadiría: y a los lectores también.