Elegía, Philip Roth. Qué puedo decir de este libro: no lo sé. Quizá, sólo, que me ha cautivado y emocionado. A veces leyendo puedes distraerte, sin darte cuenta; a mí al menos me pasa. No ha sido el caso, no he podido dejarlo hasta el final desde que leí la primera línea. «Hubo un tiempo en que fui un ser humano completo» dice el protagonista a través de una tercera persona que cuenta su vida y su final. Él siempre tuvo presente, a lo largo del tiempo, lo que le oyó a su padre cuando era niño: «No se puede rehacer la realidad -le dijo- Tómala como viene. No cedas terreno y tómala como viene» La grandeza de este libro radica en que se te mete en las entrañas y lo comprendes con la carne palpitante y condenada a desaparecer: «Ya no existía, liberado de ser, entrando en la nada sin saberlo siquiera. Tal y como había temido desde el principio». Qué más puedo decir: nada; mejor leerlo. La fotografía de hoy es una pálida anécdota de la grandeza de Elegía: el protagonista fue publicista en Manhattan y la fotografía, como se puede ver, también está realizada allí. No se me ha ocurrido nada mejor.
9 ABRIL 2007
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