El otro día salí a pasear, como todos los días. En realidad no paseo, cumplo con una disciplina molesta y aburrida para no perder la forma, ¿qué forma? Cada día me digo: ¡y ahora a caminar, menuda mierda! La única forma que no hay que perder es la de los deseos. Yo la deformo porque paseo sin deseo, o más bien camino disciplinadamente, que es mucho peor. Así se escribe la historia de la mediocridad: hacer sin desear. A lo que iba: siempre voy por los mismos sitios aunque procuro alternarlos. Soy un merodeador sin solución. Hoy, fuera, llueve, y en mi atalaya (negra por fuera, negra por dentro) suena la música entre la bruma de mi estupor. No sé sí el músico tuvo deseos al componerla, supongo que sí porque es magnífica (seis corales para órgano de Bach). Mañana seguiré con este asunto.
14 ABRIL 2007
© 2006 pepe fuentes