Ayer, la mujer que manejaba el pequeño aparatito sobre mi cuerpo y que miraba una pantalla, hizo un comentario inquietante sobre lo que veía. Cuando llegué a mi casa me lancé con avidez sobre el ordenador buscando información. Lo que vi no me gustó. Me preocupé. Mi hipocondría y yo nos dijimos: vamos a tranquilizarnos, la solución mañana a las cinco de la tarde en el edificio de ladrillo rojo; un señor de verde (y bata blanca) nos informará de lo que han visto. A pesar del sensato consejo, seguí preocupado.
29 JUNIO 2007
© 2007 pepe fuentes