ME DIRIJO A LA FERIA del libro, situada en un parque grande. Son las diez y media y todavía no han abierto; los vendedores deben levantarse tarde. En torno a las once, empiezan a abrir los puestos perezosamente. Apenas si miro los libros, y a los vendedores tampoco; tienen un aspecto demacrado y se confunden con los libros que venden, como si fueran una mala portada.
3 JULIO 2007
© 2007 pepe fuentes