ANTES DE SALIR, en uno de los paseos que me conduce fuera del parque, veo a dos hombres maduros sentados en un banco. Uno de ellos, muy envarado, dirige la mirada, perdida al frente; el otro, parece llorar, con una mano se tapa los ojos, mira hacia abajo y mueve los hombros como a impulsos del desconsuelo. Cuando paso junto a ellos no me atrevo a mirarles directamente y mucho menos a sentarme a su lado. El pudor es un enemigo encarnizado y triunfante sobre cualquier expresión. Una vez rebasados miro hacia atrás y les veo con la misma actitud: uno llora y el otro se esconde detrás de su inexpresividad. Siento que el agujero de la pena se acerca y no fotografío.
12 JULIO 2007
© 2006 pepe fuentes